“¡Una luz cuando todas las otras luces se hayan extinguido! Y ahora en verdad sólo la luz puede ayudarnos”

Escrito por: Sr. Bombadil*

Si hay una frase con la que creo que se puede definir el legado de nuestro querido escritor inglés, es con esta que aparece como título del artículo. En lo personal fue así en un momento difícil de mi vida.

Tenemos muchas cosas que pesan en nuestra alma, dolores e historias de sacrificio y sufrimiento, en definitiva, pequeñas o grandes cruces sobre nuestra espalda. Pero hablando en término cristianos, la cruz es justamente también posibilidad de redención, como lo fue la de Nuestro Señor, que murió y resucitó para salvarnos de la muerte eterna.

La historia de la infancia y de la juventud de Tolkien, no escapa de esto mencionado. A los 3 años, perdió a su padre. A los 12, a su madre. Sufrió con profunda agonía tres años de separación de su amada Edith, tiempo en el que no tuvo contacto alguno con ella, pero a la que entregaba día a día su corazón. Peleó en las trincheras de la Batalla del Somme, uno de los combates más cruentos de la historia de la humanidad, en la que murieron sus dos mejores amigos. A sus 26 años, nada más quedaban vivos sobre la tierra de sus seres queridos, su hermano, Edith (que ya en ese entonces era su esposa) y su tutor. Evidentemente no era una carga sencilla de llevar.

Aun así, nunca vio en sí mismo el derecho de bajar los brazos y rendirse, sino que, al contrario: hizo de todo lo que padeció una motivación, una infranqueable fortaleza andante para seguir su camino de grandeza.

Podría haber desistido de su misión, como hacen muchos. Pero no fue así, y gracias a ello, podemos disfrutar de sus magníficos escritos, con su profundo mensaje. Y de forma curiosa y recíproca, se puede decir que estos mensajes se vuelven más esperanzadores todavía, si vemos lo que fue su vida. Como decíamos antes, hizo de la cruz, una posibilidad aprovechada de redención.

Para reforzar esta idea, me gustaría citar una de las tantas frases hermosas que escribió el mismo Tolkien en su obra culmen, y que bien sintetiza lo que estamos diciendo:

—A mí no me gusta nada de aquí: piedra y viento, hueso y aliento. Tierra, agua, aire, todo parece maldito. Pero es el camino que nos fue trazado. —

Sí, es verdad —dijo Sam—. Y de haber sabido más antes de partir, no estaríamos ahora aquí seguramente. Aunque me imagino que así ocurre a menudo. Las hazañas de que hablan las antiguas leyendas y canciones, señor Frodo: las aventuras, como yo las llamaba. Yo pensaba que los personajes maravillosos de las leyendas salían en busca de aventuras porque querían tenerlas, y les parecían excitantes, y en cambio la vida era un tanto aburrida: una especie de juego, por así decir. Pero con las historias que importaban de veras, o con esas que uno guarda en la memoria, no ocurría lo mismo. Se diría que los protagonistas se encontraban de pronto en medio de una aventura, y que casi siempre ya tenían los caminos trazados, como dice usted. Supongo que también ellos, como nosotros, tuvieron muchas veces la posibilidad de volverse atrás, sólo que no la aprovecharon. Quizá, pues, si la aprovecharan tampoco lo sabríamos, porque nadie se acordaría de ellos. Porque sólo se habla de los que continuaron hasta el fin… (Tolkien, 1993, p.769)

Este es el mensaje que el escritor inglés les da a los que encuentra salida en este valle de lágrimas. Y esa es una de las funciones de los cuentos de hadas. La de renovarnos y salir al mundo con nuevos aires y sueños de grandeza.

Tanto la vida como la historia de “El Señor de los Anillos” consisten en el camino del protagonista para erradicar la raíz del mal en el mundo. En la Tierra Media se trata del Anillo Único, en nuestro mundo estamos hablando del pecado.

Habrá momentos de alegría como también instantes de desazón. Es parte de la vida humana. Lo importante es no dejar de intentar alcanzar nuestro cometido.

Y aquí una vez más Tolkien da otro consejo, tal vez su mayor “secreto” para salir adelante.

En la carta 43 de las escritas por JRR Tolkien y recopiladas por Humphrey Carpenter, el escritor le cuenta a su hijo Michael su dura historia de separación y feliz reencuentro con su amada Edith. En el final de la misma cuenta cual fue la clave para superar la adversidad. Mensaje que nos sirve para todos nosotros, para cualquier circunstancia de nuestra vida. Dice así:

Es la Santa Comunión la fuente de gracia, para dar pelea en un mundo anticristiano.

Desde la oscuridad de mi vida, tan frustrada, pongo delante de ti lo que hay en la tierra digno de ser amado: el Bendito Sacramento …. En él hallarás el romance, la gloria, el honor, la fidelidad y el verdadero camino a todo lo que ames en la tierra, y más todavía: la Muerte; mediante la divina paradoja, esa que pone fin a la vida y exige el abandono de todo y, sin embargo, mediante el gusto (o el pregusto) de aquello por lo que sólo puede mantenerse lo que se busca en las relaciones terrenas (amor, fidelidad, alegría) o captar la naturaleza de la realidad, de la eterna resistencia que desea el corazón de todos los hombres.

Tolkien nos invita a seguir un camino de luz en medio de un mundo de tanta oscuridad. A ser faros de la Verdad

La Eucaristía es el principal medio que se nos ha dejado para la santificación personal. Es la Santa Comunión la fuente de gracia, para dar pelea en un mundo anticristiano.

Tolkien nos invita a seguir un camino de luz en medio de un mundo de tanta oscuridad. A ser faros de la Verdad (sí, con mayúscula) en una tierra donde reinan la confusión y el relativismo. A no perder la esperanza entre tantas personas que se encuentran perdidas en este momento. A hacer ejemplo de amor entre tantos casos de odio. Es en definitiva lo que hizo él de su vida.

¡Ánimo y a seguir adelante!

Artículo original: https://bit.ly/2JkqiNO

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