Escrito por: El hombre del sillón.
Hace unos años la sociedad fue testigo de una dinámica propia de la izquierda estudiantil en sus variados matices, con la ocupación de universidades y colegios secundarios dependientes del Gobierno.
Esta estrategia incluyó cortes de calles, marchas, movilizaciones, insoportables ruidos e inclusive escupitajos, insultos y agresiones padecidos por los sufrientes profesores, alumnos en desacuerdo y los habitantes de la ciudad.
Los argumentos de los alumnos movilizados van desde las quejas por el estado de abandono de los edificios en los que se dictan clases, hasta la oposición a los planes de estudio vigentes.
Mediante tales “argumentos” la izquierda aspira –lisa y llanamente- a alcanzar un grado de movilización que le permita ideologizar y movilizar a la mayor cantidad de estudiantes universitarios y secundarios posible.
Aquí, lo más importante para los ideólogos es que los estudiantes se constituyan en un sujeto social que esté en condiciones de acelerar la dinámica propia de la revolución bolchevique. En este caso, una vez más la izquierda despliega tácticamente las enseñanzas que ha podido extraer de distintos procesos prerrevolucionarios o directamente revolucionarios. Así, puede verse cómo los ideólogos instrumentan a los “compañeros de ruta” o a los “idiotas útiles”, con el propósito de alcanzar un estado de cosas en el que puedan incrementar el número de brazos militantes de las distintas expresiones de la izquierda, esto se hace evidente cuando uno recuerda que los principales caudillos de la manifestación en la FAFI UNE, hace dos años, eran afiliados del Frente Guazú y del Partido Comunista Paraguayo, una de ellas también era cuñada de Magna Meza, guerrillera del EPP. Esa mezcla indiferenciada de protestatarios – bullanguera y multiforme- es la “pecera” en la que la izquierda estudiantil “pesca” a sus futuros militantes. Esto resulta absolutamente evidente para quienes analizan los movimientos políticos estudiantiles, aunque no lo sea para el ciudadano común y corriente.
También puede advertirse que la protesta está protagonizada por menos del 20% del total de los estudiantes inscriptos en las universidades y colegios “tomados”, por lo que el 80% restante acepta resignadamente o se desentiende de la “apropiación” de los edificios por parte de los grupúsculos izquierdosos, ávidos de controlar los Centros de Estudiantes, y las cajas de las fotocopiadoras con las que financian su actividad de destrucción. El “vaciamiento mental” o la indiferencia de la juventud favorece que un grupo organizado domine a una masa informe de estudiantes.
La educación es hoy uno de los campos de batalla. No debiera ser así, pero quienes motorizan la lucha han elegido el terreno y desplegado sus fuerzas. Sólo resta saber si quienes rechazamos la ideologización de la enseñanza estamos dispuestos o no a defender el terreno. Los que no estén dispuestos a hacerlo no están moralmente habilitados para quejarse. Porque sobran quejosos incapaces de mover un dedo para impedir aquello que critican. Los que no acepten ser tratados como borregos, deben tener el valor de reaccionar.
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