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Las pantallas en la infancia y en la educación: Entre el progreso, retroceso y el exilio de la realidad

Cuando hablamos de niños, hablamos de una categoría dentro de nuestra sociedad que requiere de ciertas formas de cuidado y protección especial, como, por ejemplo, una buena nutrición o un modelo educativo en función al desarrollo cognitivo del infante.

Platón nos decía antiguamente, que aprender a leer, es algo que se logra mejor en la edad temprana.

La lectura resulta ser, un medio o un acto de reconocimiento de las cosas y esto debería empezar a formarse dentro del periodo en el que el cerebro comienza a desarrollar el lenguaje oral. Si un niño desarrolla el lenguaje oral antes de haber desarrollado o adquirido el hábito de la lectura como modelo de aprendizaje, se le hará más difícil hacerlo de adulto. Es decir, el adulto que estructuró el lenguaje sin el ejercicio de la lectura difícilmente será “un gran lector”. 

Un escenario que es bastante común en nuestra época, y por ello, fuertemente se vinculan las tasas de analfabetismo  a la pobreza y a los escasos recursos. Traduciendo; el niño que no tiene posibilidades de acceder a una educación, tendrá un relegado desarrollo de lectoescritura si no llega a ser nula.

Pero este paradigma de nuestra época, no necesariamente está vinculado únicamente a la pobreza. O hasta podríamos atrevernos a decir que el analfabetismo o el desarrollo tardío de la lectoescritura, hoy coinciden con el fenómeno de las “pantallas” en el hogar, siendo este ya un marco en el que se hallan las familias económicamente estables.

El problema del analfabetismo, de ser un fenómeno que generalmente afectaba a las familias de escasos recursos, en un abrir y cerrar de ojos con el avance de las tecnologías, fue trasladado a todos los niveles socioeconómicos.

Las pantallas pasan a ocupar un lugar primordial en el desarrollo cognitivo del niño.

Pues los teléfonos celulares, videojuegos y televisores, son los “compañeros cotidianos” de los infantes que desplazan a las relaciones sociales y las actividades al aire libre. Y lo llamativo de todo esto, es que los modelos educativos de la actualidad pretenden adecuarse a las tecnologías de nuestros tiempos, tanto es así, que la técnica de la “Gamificación” está marcando tendencia en relación al uso de tecnologías en las etapas iniciales, es decir, teléfonos celulares, computadores y no necesariamente juegos de mesa.

Las “pantallas”, como dice el sociólogo estadounidense Neil Postman, no son esencialmente lingüísticas puesto que la información de estas, se traduce en la proyección de miles de imágenes en unas pocas horas para la mente del niño. Y las palabras, que, si bien son escuchadas por los niños en los teléfonos y videojuegos, pocas veces cobran un sentido.

Ocurre bastante que, a los niños, desde muy temprana edad, los acompañan los celulares y las tablets aún antes de haber adquirido el lenguaje oral. Y en el periodo en el que van adquiriendo el lenguaje oral, los acompaña un dispositivo móvil, antes que un libro y un lápiz. Por lo que su aprendizaje va tomando un modelo en el que el niño no debe más que reconocer formas y patrones en forma simbólica a través de las pantallas de última generación de los equipos electrónicos ,donde Spots y publicidades son lanzados a  niños que no razonan o reflexionan y desde  un dispositivo móvil con plataformas y videojuegos no recibe una instrucción y preparación previa sobre el elemento con el que interactúa, y sobre el cuál reacciona, en función a las proyecciones de imágenes, propagandas y melodías.

El niño, para pasar horas frente a una pantalla no necesita de ninguna destreza para recrearse y distraerse con ella, a diferencia de un libro, en el que para prendarse con un cuento, debe primeramente aprender a leer, escribir y comprender el significado de las palabras y expresiones, para que aterricen las ideas durante la lectura. Es evidente que la actividad cerebral en los niños, es mucho menor frente a un teléfono móvil, que frente a un libro. Entonces nos cabe la pregunta; ¿Por qué incluir las pantallas en la educación de un niño que aún no ha desarrollado el lenguaje o adquirido un vocabulario tal, que le permita a veces participar en conversaciones, que trascienden de lo simplemente lúdico o de la mera comunicación de sus necesidades básicas?

Es un grave error considerar que el mercado de las tecnologías benefician o facilitan el aprendizaje de los más pequeños. 

Interactuar con las pantallas, antes que incentivar a pensar, razonar y formar opiniones o ideas acerca de la realidad, anula la imaginación en función de la mecanicidad de los patrones de un monitor. Haciendo de ellos individuos cuasi autómatas, que cuáles máquinas programables, sustituyen el lenguaje físico y oral por el breve ejercicio de deslizar un dedo para absorber contenidos superfluos por tiempos prolongados, que posteriormente actúan sobre sus comportamientos y actitudes.
¿Qué virtudes puede desarrollar un niño sentado por horas frente a las pantallas de las tablets y otros dispositivos móviles? ¿Nos preguntamos en alguna ocasión, si nuestros hijos, que son capaces de desbloquear celulares, descargar videojuegos y plataformas, son capaces también de ir al baño solos y asearse o limpiarse, luego de hacer sus necesidades?, ¿nuestros hijos adquieren alguna responsabilidad que se vea reflejada en lo cotidiano, como por ejemplo alimentar a su mascota?, ¿levantan la cara cuando una persona llega y la saluda correctamente? O para volver estos planteamientos más sencillos viendo el panorama actual; Sus niños, que están sentados frente a una pantalla por horas durante el día, ¿se percatan siquiera de la presencia de otras personas a su alrededor?. Tristemente, la gravedad de la situación es tal, que los niños hallan sosiego, abstrayéndose del ambiente en el que se desarrollan y desenvuelven día a día. Un “autoexilio” de la realidad.

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