Escrito por El hombre del sillón.
Nuestra concepción sobre la educación depende de nuestra concepción sobre el hombre, su naturaleza y su fin. La discusión sobre qué es el hombre y cuál es su destino debe zanjarse antes de proponer una respecto a su educación. Si hay un error en la solución, equivocado será el camino hacia la educación. ¿Es el hombre algo más que un animal social? ¿Para qué educamos?
Cuando no consideramos la realidad total del hombre, nos equivocamos. Si negamos su naturaleza espiritual y pensamos que el mismo es solo un animal, lo educaremos como tal, lo “adiestraremos” como ya lo hace la “educación” moderna.
En cambio, cuando abarcamos plenamente su naturaleza podemos entender que educamos para auxiliarlo, en cuanto indigente de ciencia por su condición caída, para que pueda lograr su plenitud, esto es, la capacidad estable para ordenarse libre y rectamente en su dinamismo interior y en su autoconducción hacia los bienes individuales y comunes, naturales y sobrenaturales que planifican su naturaleza.
Luego, la educación es el auxilio al hombre para que alcance su plenitud dinámica, que es el estado de virtud. Su fin es, entonces, el ideal de la perfección humana y sin este fundamento cualquier metodología es perfectamente inútil.
En la obra “El Criterio”, James Balmes afirma que hay que educar para pensar bien, y que esto consiste “o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella”. Si la verdad, que es la adaptación del entendimiento a la realidad de las cosas (porque lo verdadero es lo que es), es apta para ser entendida, lo será para ser enseñada.
Este juicio objetivo, en la mente del maestro, manifestativo y declarativo de la realidad de las cosas, será la palabra que luego se enseñe al discípulo para que llegue al conocimiento de la verdad. Lastimosamente muchos son los que siguen las opiniones subjetivas y erróneas de sus maestros solo porque las oyeron de ellos; pero ¡CUIDADO! no se debe tener a alguien como verdad, sino que debemos entenderla y adherirnos a ella.
Por eso, para que la educación sea verdadera, hay que ejercitar la mente en el descubrimiento de juicios verdaderos y no solo en la memorización de definiciones.
No es solamente que los estudiantes formulen juicios propios, sino que estos sean verdaderos, porque solo así el hombre será realmente libre y alcanzará su plenitud.