Es algo importante saber educar a nuestros hijos en el aspecto financiero. Hay muchas obras que tocan el tema. Sin embargo, no solo pensamos en educar a nuestros hijos para que puedan tener éxito en los negocios, sino más bien para que tengan una vida feliz y digna.
¿Qué es lo que da y lo que debe dar un padre a sus hijos? Lo más importante que pueda dar un padre es justamente eso: UN PADRE.
De un padre se espera el ejemplo, la educación, la disciplina y el amor. Cosas sumamente importantes y que solo un padre puede dar.
Pero es frecuente que por culpa o por malinterpretar el amor los padres suponen que deben darle a los hijos todo lo que quieren. Grave error.
Un hijo, mientras vive con los padres, goza del estatus económico que los padres le dan, y no el que él se ganó. Y comparten la suerte de sus padres, que son personas que también debieron luchar para tener lo que tienen (salvando algunas excepciones).
Un padre engaña a su hijo si lo convence de que siempre tendrá. Y tampoco puede garantizar la promesa de que siempre estará.
Aunque duela o suene cruel, en algún momento el viejo debe decir “NO!”. En algún momento hay que cerrar la mano y decirle al hijo “Ganate solo la vida o sufrí las consecuencias”. Es mejor ver a un hijo con ropa vieja, manteniéndose solo y ganándose el pan solo, que viviendo entre lujos como un vago mantenido.
Las vicisitudes del destino son sorprendentes y a veces hasta absurdas. Si sos joven, no cuentes con ninguna herencia. Los viejos pueden vivir hasta los 90 y vos esperando con 70 años a ser alguien, viviendo de manera mediocre e indigna toda la vida prendido de la teta. O pueden morir y dejarte un paquete de deudas más importante que el haber. O te das cuenta al final que no era tanto como parecía, que se reparte entre hermanos y es un capital que se esfuma en un año.
De por medio, la horrible e indigna especulación sobre la muerte de los padres. ¿Vale la pena una vida así?
La integridad le exige al varón y a la mujer dejar la casa a una edad prudente, a hacerse su propio destino, a encontrar un lugar en el mundo y ser independiente, y no un perro más en el patio de la casa de los padres o, lo que es peor, una garrapata agarrada al cuello, chupándoles la sangre.
Los padres deben dejar que sus hijos se vayan. Que sean, que crezcan, que vivan su vida siendo ellos y para ellos y con lo que es de ellos. Es en el sacrificio cuando uno entiende todo lo que un padre tuvo que hacer por nosotros, y lo que realmente valen las cosas que tenemos, y qué y cuánto debe dar uno como padre al momento de serlo.
Lo que uno no puede negar jamás a los hijos es la oportunidad de llegar a ser adultos tenaces, independientes y de honra. Y esa oportunidad, irónicamente, se les da soltándoles la mano a tiempo.
Comentar