Dice Jordan Peterson que las humanidades no son un conjunto de materias sino el núcleo mismo de la cultura occidental. Cultura esta que es la base de todas nuestras instituciones, de la familia, la religión, la política, la educación o las relaciones sociales. Todo tiene como fundamento esos saberes que llamamos «humanidades», y que no consisten sino en una visión de conjunto que abarca todos los saberes, todo lo que el hombre ha logrado desarrollar a lo largo de la civilización.
La universidad tenía el deber de crear un ambiente donde los estudiantes y maestros pudieran, al calor de la conversación y la caridad, seguir profundizando en una luz accesible a la razón, pasible de ser vista.
La universidad tenía el deber de custodiar las humanidades, de crear un ambiente de protección y florecimiento de estos saberes, donde los estudiantes y maestros pudieran, al calor de la conversación y la caridad, seguir profundizando en una luz accesible a la razón, pasible de ser vista. Una luz limitada en sí misma, pero de unos límites inmensísimos que, desde nuestro punto de vista, apenas los alcanzaríamos hasta que la humanidad llegue a su fin.
Y eso lo que sucede con nuestros universitarios, no comprenden la realidad, no logran ver la totalidad del ser. Quizá siquiera crean que existe el ser.
Y dije “tenía que ser” porque de hecho no es más, si es que alguna vez lo fue. No lo es porque se ha dejado seducir por la mecanización de los saberes, entrecortando el conocimiento y entrecortando, por eso mismo, la realidad total. Una realidad que si no es vista en su totalidad de relaciones y proporciones es simplemente incomprensible.
Y eso lo que sucede con nuestros universitarios, no comprenden la realidad, no logran ver la totalidad del ser. Quizá siquiera crean que existe el ser.
¿Vale la pena una queja de este tipo? No es una queja. Es el diagnóstico del problema.
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