Escrito por Mabel Bazán.
Como alumna del curso de nivelación me preguntaba si era realmente necesario hablar de la importancia del mismo; y, luego de haber escuchado algunos comentarios negativos, he decidido dar mi propio punto de vista. El curso de nivelación de este año nos ha permitido ver lo poco que sabíamos, lo mucho que nos falta saber y el gran bien que haremos si desarrollamos nuestras aptitudes, pero, para todo esto ¿es en verdad necesario un examen? Sí, queridos lectores, como estudiante de nivelación creo que es necesaria y justa una evaluación del conocimiento, no por marginar y excluir, sino porque, como es lógico, no se puede dar de comer un asado de carne a un bebé recién nacido. En este examen se verifica el nivel académico, las aptitudes para el estudio y la existencia del hábito de búsqueda de la excelencia de los ingresantes, ya que la calidad de la educación no es asunto delegado únicamente a los docentes, también es asunto nuestro, de los alumnos.
Sin exigencia no hay superación y, sin superación nos sobra la mediocridad y la comodidad.
Si se quitara el curso de nivelación y la evaluación académica, se daría el caso de una exigencia curricular muy superior al nivel intelectual del estudiante, lo que llevaría a reducirla a una malla curricular inferior de lo esperado… ¿Qué causaría esto? Causaría un retroceso en la educación superior (¡que contradicción!), lo que significaría el hundimiento de un país que yace aún en la ignorancia.
¿Queremos realmente profesionales mediocres que no son capaces de pasar el examen de un curso de nivelación, que no saben escribir correctamente una oración sin cometer errores al menos tan notables? Sin exigencia no hay superación y, sin superación nos sobra la mediocridad y la comodidad.
Exige excelencia y tendrás calidad, escoge a los mejores y tendrás grandes resultados. Para mi país quiero mentes pensantes que amen, conozcan y sirvan; no quiero burros, derrochadores ni oportunistas aprovechadores que hacen de nuestra patria un antro de corrupción.
Deseo que mi universidad (a la que ya le tomé aprecio) sea una verdadera casa de estudios, y no un barcito donde cualquiera entre, porque para eso ya tenemos “El Búho”.
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