Evolución truncada

Hemos de asumir que, desde los albores de la humanidad, a causa de nuestra condición caída, hemos luchado por superarlas  a veces aparentemente infranqueable barrera de la ignorancia y la debilidad. Muchas veces la naturaleza humana se ha sentido como desesperada de lograr avanzar un tanto más. Sin embargo, a costa de siglos de sacrificio y esfuerzo, hemos alcanzado logros inimaginables para otras generaciones. El desarrollo de la técnica y de las ciencias en general han hecho posible una infinidad de cosas que a nuestros mismos tatarabuelos sorprenderían si viviesen a nuestro lado.

No son el teléfono o las computadoras las que los jóvenes y niños deben lograr aprender a usar, sino la mente, las facultades racionales que siguen en su naturaleza humana y que han hecho a toda la civilización avanzar hasta donde estamos hoy.

Pero todo ese progreso de la técnica, todas esas comodidades tan acariciadas por nosotros, tan queridas y deseadas, no indican nuestro grado de desarrollo humano. Un niño no es más inteligente porque a los 6 años sabe usar un smartphone. Muy por el contrario, y lo sabemos por experiencia.

Primero el saber y la inteligencia; primero la voluntad y las virtudes; y luego la tecnología.

No son el teléfono o las computadoras las que los jóvenes y niños deben lograr aprender a usar, sino la mente, las facultades racionales que siguen en su naturaleza humana y que han hecho a toda la civilización avanzar hasta donde estamos hoy.

No debemos seguir en este derrotero de renuncia del desarrollo de la inteligencia porque cada vez haya más aparatos inteligentes que casi piensen por nosotros.

Primero el saber y la inteligencia; primero la voluntad y las virtudes; y luego la tecnología.

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