Diálogo de Carmelitas y el Paraguay

Parte de su patrimonio, compone su tierra frondosa, misteriosa, asiento de las tribus guaraníes, ornada con tupidos bosques y bañada por ríos, que cómo venas corren por su suelo, a ello sumamos la historia de su civilización y conquista, completando así la mística que cautivó, y atrajo poderosamente, corazones de autores, del viejo mundo.

Uno de ellos, es el reconocido romántico monarquista, Francisco el vizconde de Chateaubriand, en cuya obra “Genio del cristianismo” –según la creencia popular, libro favorito del Mariscal Presidente Francisco Solano López– se describen maravillas y asombrosos milagros de los jesuitas, gloriosa orden, que evangelizó y fortaleció una suerte de “República cristiana” en las afamadas “Misiones de los Guaraníes”. 

José el Conde de Maistre, otro monárquico ultramontano y padre de los contra-revolucionarios, también ha escrito algo similar sobre el sistema socio-político establecido por los jesuitas en el “Reino Jesuítico del Paraguay”, en su libro “Principio Generador de las Constituciones”.

Pero incluso un escritor profano, herético y superficial como Voltaire, no se sustrajo en dedicar páginas de su “Cándido” a las Misiones Jesuitas, con sorprendente respeto. 

Sin embargo, ninguno de estos se animó a “hacer la América” y conocer in situ al Paraguay que admiraban. Todavía, hubo uno que nos consta, tuvo el coraje para llevar adelante tal proeza.

Semblanza

Había nacido el 20 de Febrero de 1888 en París y su nombre es George Bernanos, tenía en común con Chateaubriand y De Maistre, además de la nacionalidad y la admiración que de alguna u otra forma expresaron por Paraguay el ser monarquista y católico ferviente; (aunque el buen Conde de Maistre denotaba disconformidad al ser tildado de “gabacho”, por considerarse, hasta morir, como súbdito del reino de Cerdeña y Saboya, a pesar de que su lengua literaria fue el francés).

Y con Voltaire, bueno, nada más que fueron exitosos novelistas.

Soñador desde temprana edad, Bernanos se sintió inspirado y atraído por el Paraguay. Aunque escribiera bonitos poemas, no sería este el género que lo destacaría. Según sus principales biógrafos, la primera obra del joven escritor fue un poema de 20 páginas en la que se transportaba mentalmente al Paraguay. 

Se inmortalizó con su obra “Diálogo de Carmelitas” (1949), notable drama teatral, que exprimió los ideales, las glorias y la verdadera historia de la Iglesia Católica.

Su pasión por nuestro país fue tan grande que, a diferencia de los autores citados con anterioridad, su deseo ferviente era venir hasta la tierra de los jesuitas y guaraníes, en un intento por “restaurar” ese mundo “utópico y de fantasía”, que gracias a prelados católicos y el pueblo paraguayo, existió en “tiempos de la conquista”.

Y bien resuelto, en 1937 salió de Francia, llegando a Río de Janeiro en 1938. Su vivo anhelo era alcanzar el Paraguay y lo logró, luego de una larga y difícil travesía. Téngase en cuenta que entonces, llegar al país era navegar largas y tortuosas distancias por los ríos que se conectan en el Estuario de la Plata. 

Su deseo ferviente era venir hasta la tierra de los jesuitas y guaraníes, en un intento por “restaurar” ese mundo “utópico y de fantasía”, que gracias a prelados católicos y el pueblo paraguayo, existió en “tiempos de la conquista”.

No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo permaneció en nuestro país. Pero llegó a Asunción en 1938, junto a su esposa y sus seis hijos, en el periodo de la postguerra del Chaco, una época muy difícil, con constantes revoluciones, cuartelazos y golpes de estado…

No hay datos exactos del tiempo de permanencia, según algunos, -estuvo en Asunción solamente cinco días y luego se trasladó por breve tiempo a Caacupé-  donde tuvo oportunidad de conocer la devoción de los paraguayos por la Santa Madre de Dios, en su advocación de la Inmaculada Concepción. 

Tras esos actos de piedad popular que se le impregnaron el alma, su fascinación por el Paraguay se eternizó; pero como dijimos, su proyecto de establecerse en el país fue malogrado por la paupérrima situación socio-política de entonces, permaneciendo en el país poco menos de un par de semanas (algo así como un mes entre viajes y viajes, en base a testimonios de quienes fueron sus amigos).

No obstante el fracaso de su “proyecto paraguayo”, de quedarse a vivir y morir en “la tierra de Francia y los López”, Bernanos encontró aliciente en las apacibles tierras de Minas Gerais, en la ciudad brasileña de Barbacena. Al fin y al cabo, aunque no era el “Paraguay de sus sueños”, estaba muy cerca, y también Brasil tuvo su sublime historia de conquista y civilización en manos de los misioneros católicos. Su última obra, escrita en tierras americanas, se llamó “Francia contra los Robots”, un ensayo filosófico en el que denunció al capitalismo tecnocrático, que por la fuerza de un implacable poder económico sin control ni limitaciones, se encargaría de aniquilar a las naciones por medio de una gradual deshumanización y descristianización.

Enfermo de cáncer y muy envejecido luego de su “auto-exilio” de casi 10 años en Paraguay y Brasil, regresó a Francia, donde murió el 5 de julio de 1948, rechazando todo tipo de honores. No le interesaban. Pues, cumplió su sueño tan anhelado de estar en Paraguay, nutrirse de la fe sencilla y popular de los hispano-guaraníes junto a la Virgen de Caacupé. Tal vez esta fue la única condecoración que deseó llevar a la tumba.

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