Escrito por: Carlos Sebastián Castro, abogado.
El mes de octubre en Chile será recordado como el mes donde se inició una revolución, una gran revolución que sumió a nuestro país en insurrección, caos, violencia bajo pretexto de exigir mayor dignidad e igualdad. Todos sabemos la importancia que tiene la Constitución o Carta Fundamental en un país, en ella se establecen principios, se reconocen las garantías fundamentales, se regulan las instituciones de un Estado y, un tema no menor, regula y limita el poder político.
La paz no llegó y le hemos dado un cheque en blanco a los políticos para que redacten una nueva carta fundamental.
En Chile, durante el mes de octubre del 2019, se gestó un estadillo de violencia que se prolongo por mucho tiempo, lo cual trajo como consecuencia incendios y destrucción de bienes públicos y privados, tales como la destrucción de a lo menos 20 estaciones de tren subterráneo, emblemáticas iglesias, innumerables saqueos a supermercados, entre otros, algunos decían que fue una acción espontanea por el descontento social. El lector podrá juzgar la espontaneidad de la quema y destrucción de dichas estaciones de forma simultánea.
El 25 de noviembre de 2019 los políticos chilenos de forma transversal, excepto el Partido Comunista y el Frente Amplio, firmaron un Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución. Se convoco a la ciudadanía a un plebiscito para decidir si se redactaba una nueva constitución o no. Pues bien, el 25 de octubre de este año, luego de una postergación por el coronavirus, se llevó a cabo dicho referéndum cuyo resultado fue aplastante el 78% de los electores votaron Apruebo a tener una Nueva Constitución y un 22% rechazaban dicha idea. Lo cierto es que la paz no llegó y le hemos dado un cheque en blanco a los políticos para que redacten una nueva carta fundamental.
¿Qué le pasó a Chile? ¿Tan siniestra es la actual Carta Magna? El pecado original de la actual Constitución es que fue creada durante un régimen militar, por tanto, se cuestiona el origen de la misma. Entro en vigencia en el año 1980 y fue redactada por importantes juristas de la época. Luego, con el retorno a la democracia, los sucesivos mandatarios, promovieron alrededor de 200 modificaciones en donde el año 2005 el presidente Ricardo Lagos (Partido Socialista) declaraba que “Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile”.
Resulta curioso que, después de 40 años, se haya instaurado el tema en la sociedad y se quiera redactar una nueva ley fundamental toda vez que, para muchos, Chile ha sido un ejemplo por su modelo político y económico, que ha dado estabilidad al país, ha sacado de la pobreza a millones de ciudadanos, ha creado una infinidad de oportunidades, entre muchas otras muchas virtudes. Lo cual no significa que todo sea perfecto, pero el modelo, con voluntad y sacando sesgos ideológicos, se puede perfeccionar.
Debemos tomar una buena decisión para elegir a los futuros redactores de esta nueva constitución que defiendan los principios y valores de una sociedad cristiana y justa.
¿Qué es lo que realmente oculta este cambio constitucional? Para aquellos adherentes a modelos fracasados como el marxismo y el socialismo les molesta que implícitamente este consagrado a nivel constitucional el rol subsidiario del Estado, anhelando un Estado de bienestar, pero bien sabemos que la billetera de un país tiene límites. También miran la libertad de emprendimiento, libertades económicas, incluso el derecho de propiedad, además de la autonomía del Banco Central, incluso se esta hablando de cambiar el sistema presidencial a uno semi-presidencial e incluso parlamentario. También miran los principios valóricos como lo es la familia y el derecho a la vida. Lo que buscan es tener una constitución mínima para así poder implementar un nefasto modelo de leyes ya que a nivel constitucional es muy difícil por los altos quórums que esta tiene.
Todo este proceso ha generado una expectativa muy grande en muchos, pensando que teniendo un cambio constitucional traerá más justicia y dignidad, me temo que finalmente habrá una gran desilusión porque el real problema de nuestro sistema son nuestros políticos que en no pocas ocasiones no han estado a la altura del cargo que ostentan olvidando trabajar en pos del bien común y una sociedad más equitativa.
Finalmente, diversas voces en Chile han estado planteando el tema de la revolución molecular disipada, que cada día toma más fuerza y convence a muchos incrédulos, en donde se dice que coexisten una multiplicidad de moléculas, acéfalas, sin jerarquías ni lideres visibles que operan en forma rizomática con el objetivo de alterar el estado de normalidad social del sistema dominante.
Mas allá de esta teorización, y bajo este escenario, debemos tomar una buena decisión para elegir a los futuros redactores de esta nueva constitución que defiendan los principios y valores de una sociedad cristiana y justa, pero, como dijo un gran amigo hace unos días, un buen estratega primero hace un análisis de la situación, busca comprender el contexto y luego elaborar un diagnóstico. Recién ahí se puede elaborar una estrategia y tácticas de acción porque la situación es compleja y todavía no la hemos podido comprender a cabalidad.
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