¿Alguien más duda de que visualizamos el nacimiento de una nueva edad media?

Podemos aseverar con confianza que nuestro período es de decadencia; que los “standards” de cultura son inferiores a los de cincuenta años atrás; y que las pruebas de tal decadencia son visibles en cualquier aspecto de la actividad humana —mencionó alguna vez T.S. Eliot— este ilustre poeta presintió la invasión de los bárbaros, como aquellos que hoy vemos enfundados en bizarros disfraces, tratando de evitar un virus de una pandemia con cuestionado origen.

Es en la religión donde el hombre encuentra sentido justificado a su existencia y ante toda amenaza pandémica o no, es solamente ahí donde está su verdadera supervivencia.

En otra ocasión citó que la cultura es esencialmente la «encarnación de la religión» de un pueblo. Hoy, discutir sobre religión en los ámbitos académicos puede crear urticaria en los posmodernistas ya que para ellos la religión está relegada al ámbito de la conciencia individual y fuera de los institutos confesionales, parecería que no fuera pertinente tratar sobre la religión en general, y mucho menos sobre el cristianismo en particular. Pero, ¿hasta dónde podemos llegar a una comprensión básica de una cultura de cualquier denominación despojándose de su historia y sentido religioso?

Cambiar contextos socioculturales para desterrar a Dios de los corazones, es una estrategia aplicada con visible éxito en algunos países europeos.

Occidente se cimienta sobre tres dimensiones esenciales: la religión judeocristiana, el derecho romano y la filosofía griega que juntas forman una perfecta amalgama que reviste nuestra cultura definitiva, que comúnmente conocemos como cultura latinoamericana. Configurar un gobierno global -la actual agenda mediática- sólo necesita sublevar la religión; el derecho a cargo del estado y la filosofía relegada a las cátedras, fueron tristemente presas fáciles.

Cambiar contextos socioculturales para desterrar a Dios de los corazones, es una estrategia aplicada con visible éxito en algunos países europeos. Este desplome no es una pérdida sólo para una minoría, todo el conjunto de sociedades sufre y padecen juntos los estragos que ello produce. Una amenaza mucho más mortífera, con igual propagación que el actual virus.

La religión no es sólo un asunto de discusión cualquiera. Es en la religión donde el hombre encuentra sentido justificado a su existencia y ante toda amenaza pandémica o no, es solamente ahí donde está su verdadera supervivencia.

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